Agosto de Rubem Fonseca

Agosto, Rubem Fonseca. 1990. Editorial Thassàlia

 

Uno podría decir que este libro, Agosto, tiene como protagonista a Alberto Mattos, un comisario de la policía de Río de Jainero que sufre de una úlcera en el estómago, que no recibe dinero de los traficantes, y que, adicionalmente, le gusta seguir sus propias pistas. Sin embargo, encuentro como un equívoco afirmar que esta novela tiene como único protagonista a Mattos. El protagonista principal de Agosto es un Brasil convulso y atravesado por una situación política y militar tan tensa y endeble que el asesinato de un empresario desencadena una seguidilla de hechos aislados que llevan al suicidio del presidente, Getulio Vargas, en la casa presidencial de Río, el palacio de Catete, antes de que fuera trasladada a su sede actual en Brasilia.

 

En esta novela, los hechos históricos de una nación, no tan lejana a la nuestra, toman de nuevo vida en estas páginas. Creo entender que la intención de Rubem Fonseca parecía ser la de ceñirse a hacer el retrato verídico del Brasil de aquél entonces: traficantes ofreciendo dinero para matar a un político, apostadores ilegales contratando policías, policías aceptando gustosos los sobornos, militares dispuestos a dar un golpe de estado, masas a las que se le dispensa el pensamiento diario en los periódicos, pasiones y fetiches íntimos, ansias de dinero y el deseo por ostentar poder entre sus iguales. Pienso que Fonseca quiere dejar en claro que esas personas que vivieron antes de nosotros y que, inevitablemente, influyen sobre nuestro presente son presa de los mismos sentimientos y pensamientos que los que estamos vivos. Los actores, aunque distantes de nosotros —los que nos ufanamos de decir que vivimos—, en manos de Fonseca, se acercan de tal manera a la vida que por momentos creía sentir el tufo a aguardiente de algún diputado, o la mentira camuflada en el ceño serio de algún asesino a sueldo contratado para quitar del camino algún estorbo.

 

La vida política de allá, como la de acá, está construida sobre un enramado oculto compartido por todos los corazones venenosos de los hombres que buscan el poder, de aquellos que, paradójicamente, buscan una vida más tranquila —burguesa, tal vez— en una tormenta de granizo. Creo que esta sería una buena manera para describir Agosto, como una reconstrucción de aquél enramado. Ahora bien, ya que este solo se encuentra agazapado entre las pasiones privadas de quienes gobiernan, para desocultar tal entramado es necesario pasar por los personajes envueltos en los sucesos. Esto es lo que hace Fonseca. De modo que, al reconstruir todas las partes del rompecabezas se puede entender aquella historia del más grande del continente, historia que no dista mucho de cualquiera de los muchos y difíciles episodios de cualquier país de Latinoamérica.

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