Plata quemada, del siempre eterno Ricardo Piglia

Plata quemada es una novela policiaca en la que se narra, a manera de crónica, el asalto, la huida y la resistencia estúpida de tres delincuentes en un apartamento en Montevideo. Los hechos que allí se narran, cuenta Piglia, son reales y corresponden principalmente a la reconstrucción que el autor hace de los documentos, grabaciones y noticias emitidas en la época, así mismo como de las actas de juicios y declaraciones de testigos.

La novela está escrita en un estilo de la época que hace pensar en la informalidad del habla. Esto indica, una vez más, la preocupación de Piglia por ser fiel a los hechos y por adornar su texto con el halo de la realidad, revestimiento que podría verse arrebatado por el mero acto de contar. A este respecto, pienso que las historias, cuando son relatos de la realidad, al ser contadas pierden toda imparcialidad, cuando se cuentan ya se lo hace desde un punto de vista. Yo no condeno esta posición, no obstante, la menciono para decir que, a pesar de que Plata quemada es una reconstrucción de un episodio sangriento y por lejos violento de la historia de Latinoamérica, esta es una historia que pasó por el pensamiento de Piglia.

Este hecho evidente que acabo de mencionar en el párrafo anterior me otorga el lujo de mencionar la maestría con la que Piglia, al tener sólo datos aislados, arma la novela con especial atención en la psicología de los personajes; esa es su preocupación. Debo agregar que, antes de continuar, al tomar esta novela junto con Blanco nocturno, creo encontrar en Ricardo Piglia una inclinación notable hacia la descripción de la personalidad del gaucho, del argentino de campo que parece distar mucho no solo en la forma de habla sino en sus costumbres.

Ahora bien, su novela, más que dejar constancia de un hecho que por lejos fue asombroso —quemar los dólares que robaron ante la mirada de los vecinos ha de ser asombroso en alguna manera, y también un acto importaculista—, es un intento por profundizar en la naturaleza del ser humano, particularmente en aquellos a los que el destino parece acoger bajo su abrazo y que se llaman a sí mismo gauchos. Piglia quiere decir algo sobre estos delincuentes, quiere averiguar qué es lo piensan y más desean, parece haber una indagación sobre cómo llegaron a ese punto, pero no sólo al evento particular que los llevó a defenderse con toda la artillería disponible de al menos 300 policías, más bien, Piglia busca las razones ocultas en los corazones de El Nene, El Gaucho Dorda y El Cuervo Mereles. Las razones no apelan a la oscuridad o a lo místico, estas son el encadenamiento de las decisiones que ellos espontáneamente tomaron desde su niñez. Ellos ya sabían que habrían de morir así, acribillados por una pandilla de policías luego de resistir 16 horas en un combate registrado en los anales de la perversión.

Ayer conversaba de esta novela con una de las personas que la recomendó, ella decía que la novela le había parecido sexy (esto lo dijo Sara R.). Me quedé muy pensativo en la calificación hecha y traté de entender por qué una novela en la que se registran los hábitos de estos delincuentes puede llegar a ser sensual. Luego de pensar un rato sobre esta apreciación resolví por darle la razón a Sara. Esta novela es una afectación a los sentidos, pero de la manera más abierta y sin prejuicios posible.

De la sensualidad que describe Sara, probablemente sólo recuerdo ahora una escena que se adecúa perfectamente. Hablo de aquella en la que El Gaucho besaba la cara ensangrentada del cuerpo ya muerto de El Nene, mientras resistía con una ametralladora y unas líneas de perico al lado. Al finalizar la novela, Piglia me hizo derramar un par de lágrimas por unos adictos a las jeringas, la cocaína, el alcohol, los hombres y las mujeres, el dinero, y sueños que jamás van a cumplir. Quizás se parecen un poco a mí, no por lo adicto o delincuente, sino porque el humano es un poco así.

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